5.26.2008

El Juego del Ángel

Primer Acto, La Ciudad de los Malditos
[Capítulo 1] p.9, 12, 13

Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia. Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad en la sangre y cree que, si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre su cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela: su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que él. Un escritor está condenado a recordar ese momento, porque para entonces ya está perdido y su alma tiene precio.

Si yo tuviese una centésima parte de los duros que le sobran a él, me hubiese dedicado a escribir sonetos, y los pajaritos vendrían a comer de mi mano embelesados por mi bondad y buen duende.

−(...)A ver, ¿Qué piensa usted del uso generoso e indiscriminado de adverbios y adjetivos?
−Que es una vergüenza y debería estar tipificado en el código penal −respondí con la convicción del converso militante.

[Capítulo 6] p.69
−Ya tengo la mejor secretaria que podía tener. Es más inteligente que yo, infinitamente más trabajadora y cuando sonríe incluso me parece que este cochino mundo tiene algo de futuro.

[Capítulo 6] p.82
Igniatus B. Samson debía producir una media de 6,66 páginas de manuscrito útil al día para cumplir los términos del contrato, lo cual era una locura, pero tenía la ventaja de no dejarme mucho tiempo libre para que me diese cuenta.

[Capítulo 15] p.127, 131
−(...)Y nosotros somos seres humanos. Yo, mi socio y Herminia, que siendo mujer y criatura de sensibilidad delicada es la más humana de todos, ¿no es así Herminia?
−Humanísima −convino la Veneno.

−David, hay cosas de las que tú y yo no hemos hablado nunca...
−De fútbol, por ejemplo.

[Capítulo 17] p.143
Ya se que la ponen por las nubes en todos los diarios y eso casi siempre es mala señal,

[Capítulo 24] p.184
−Tenía usted razón −dije.
−Suelo tenerla −replicó Corelli−. Es un hábito que raramente me proporciona alguna satisfacción. A veces pienso que pocas cosas me agradarían más que tener la certeza de haberme equivocado.

Segundo Acto, Lux Aeterna
[Capítulo 2] p.212, 214, 215, 216

(...)debería haberme llenado de pesar y congoja, pero entre mi conciencia y yo fuimos incapaces de sentir algo más allá de la más placentera indiferencia.

−Si me gustase no sería un favor, sería un placer. Y si el favor es para usted, lo será.

−Magistral. Mejor que el noventa y nueve por ciento de lo que he visto publicado en los últimos veinte años.
−Espero que me cuente usted en el restante uno por ciento o daré mi vanidad por pisoteada y apuñalada a la trapera.

−(...)Al parecer, el par de benditos que tiene por padres están convencidos de que esto de la literatura la va a condenar al infierno o a una soltería laica y dudan entre meterla a monja o casarla con algún cretino que le haga ocho hijos y la entierre para siempre entre sartenes y cacerolas. Si no hace usted algo para salvarla, es el equivalente a un asesinato.

[Capítulo 5] p.228, 231
(...)para una vez que encuentro a un escritor de carne y hueso, con mi suerto no sería raro que fuera y se tragase una oliva por el lado que no toca y ahí tiene usted el fin de mi carrera literaria

−¿Por qué? ¿El relato le da sueño?
−¿Qué hora es, Isabella?
−Deben ser las diez de la mañana.
−¿Y eso significa?
−...que no hay sarcasmo hasta el mediodía

[Capítulo 10] p.275, 277
−¿No le ha disparado mi padre con la escopeta?
−Se le había acabado la munición y ha decidido lanzarme todos estos tarros de mermelada y trozos de manchego.

−La primera norma es que esto no es Mujercitas y que aquí no nos damos abrazos ni nos echamos a llorar a la primera de cambio.

[Capítulo 12] p.289
−¿Cómo ha pasado la semana, Martín?
−Leyendo.
Me miró brevemente.
−Por su expresión de aburrimiento sospecho que no a don Alejandro Dumas.

[Capítulo 13] p.294, 296, 298
Yo creía en el desorden categorizado; Isabella no. Yo creía que los objetos encuentran su propio lugar en el caos de una vivienda; Isabella no.

De seguir así las cosas se iban a terminar por cumplir mis peores temores e íbamos a acabar por hacernos amigos.

−(...)La justicia es una rara enfermedad en un mundo por lo demás sano como un roble.

[Capítulo 14] p.302, 303
−El día que le cobre yo a un descreído como usted por la palabra de Dios será el día que me fulmine un rayo destructor; y con razón.

−(...)Un hombre ha de tener vicios, a ser posible de categoría, o cuando llega a la vejez no tiene de que redimirse.

[Capítulo 18] p.320, 324
(...)casi cualquier intriga de mediana solidez, incluidas las pasionales, nace y muere con olor a dinero y propiedad inmobiliaria.

−(...)Pero si quiere puede compartir conmigo un suculento almuerzo de pan con pasas y queso fresco de Burgos. Con eso y el conde de Montecristi se pueden sobrevivir cien años.

[Capítulo 30] p.404, 406, 409
−(...)Ya sabe cómo son las mujeres.
−Sí, ya lo sé −replicó Sempere hijo en un tono que dejaba claro que sabía muchas cosas, pero de aquélla no tenía ni la más remota idea.

−No me sea pudendo, que estamos entre caballeros y sabido es que los hombres somos el eslabón perdido entre el pirata y el cerdo.

−No tema, señor Sempere, que los libros on la única cosa en este mundo que no se roba

−En la cama sólo vale la pena estar cuando se es joven y hay buena compañía.

[Capítulo 31] p.415
Puse la mano derecha sobre el libro de recetas y levanté la izquierda.
−Lo juro sobre Las 101 mejores recetas de la cocina francesa −declaré.
−Se jura con la otra mano.

[Capítulo 39] p.467
La gente normal trae hijos al mundo; los novelistas traemos libros. Estamos condenados a dejarnos la vida en ellos, aunque casi nunca lo agradezcan.

Tercer Acto, El Juego del Ángel
[Capítulo 8] p.533

Una vez fuera del recinto del sanatorio y sin la bata blanca, el doctor Sanjuán ofrecía una presencia más relajada y afable.
−Sin el uniforme casi no le había reconocido −aventuré.
−La medicina es como el ejército. Sin hábito no hay monje −replicó.

[Capítulo 13] p.564
Ahí encontré un café abierto en el que se había congregado una nutrida parroquia de vecinos que discutían airadamente de política o de fútbol; era difícil de determinar.

[Capítulo 16] p.586
−La culpa y el remordimiento no tienen significado. Son sentimientos, emociones, no ideas.

[Capítulo 23] p.637
−Viajarán ustedes a través del cielo de Barcelona a unos setenta metros de altitud por encima de las aguas del puerto, gozando de las vistas más espectaculares de toda la ciudad, hasta ahora sólo al alcance de golondrinas, gaviotas y otras criaturas dotadas por el Altísimo de ensamblaje plumífero.