Tomo I [Capítulo II. Continuación De Las Bodas De San Lucas] p12
Yo le odio, pero me avergonzaría de que el garrote de un lacayo le tocase; es demasiado noble para eso.
Tomo I [Capítulo VI. M. De San Lucas Se Halla Con Un Nuevo Paje] p38&39
−(...)ha herido a Schomberg en el muslo y a d'Epernon en el brazo y casi ha muerto a Quelus de un golpe con el pomo de la espada.
−¿De veras? −dijo el Duque; −no me ha dicho nada de eso; le daré la enhorabuena.
−Pues bien, puesto que os han golpeado, puesto que os han dejado maltrecho, querellaos, M. de Bussy, y os haré justicia.
−Perdonad, señor−contestó Bussy; −ni me han dado de golpes, ni he salido maltrecho, ni me querello.
Enrique se quedó estupefacto y miró al Duque de Anjou.
−Y bien, ¿qué decíais? − le preguntó.
−Decía−repuso el Duque−que Bussy fue herido con una daga que le atravesó el costado.
−¿Es verdad, Bussy? −dijo el Rey.
−Puesto que el hermano de V.M. lo afirma, no puede menos de ser cierto; un príncipe de la sangre no sabe mentir.
Tomo I [Capítulo VIII. De Qué Modo El Rey Enrique Se Halló Convertido De La Noche A La Mañana, Sin Que Nadie Supiese La Causa De Su Conversión] p51
−(...)Buenas noches, San Lucas, voy a rezar por ti.
−Buenas noches, señor, yo voy a soñar por vos.
Tomo I [Capítulo IX. El Miedo Del Rey Y El De Chicot] p57
Y ambos cerraron los ojos, el Rey para aparentar que dormía; Chicot para dormir efectivamente.
Tomo I [Capítulo XI. El Sueño de Bussy] p65
−(...)en fin, lo que hay de cierto es que me atacaron, que reñí, y finalmente, que me hirieron, puesto que siento aquí, en el costado derecho, la herida, que por más señas me duele bastante.
Tomo I [Capítulo XII. Quién Era El Montero Mayor M. de Monsoreau] p78&79
−Es el Evangelio, amigo mío.
−Según San Lucas
−No, según el Mariscal de Brissac, de cuya propia boca supe esta mañana la noticia.
−Oyeme, tú eres valiente y me amas, según dices.
−Tengo días.
−¿Para ser valiente?
−No, para amaros.
Tomo I [Capítulo XIV. Historia de Diana de Meridor] p99
−¡Oh, caballero! si es cierto lo que decís...
Aquí me detuve; el Conde esperaba indudablemente el fin de la frase.
−Contad con mi reconocimiento.
Tomo I [Capítulo XV. El Tratado (continuación de la historia de Diana de Medidor.)] p106
(...)con una sonrisa que en vano quiso dejar de ser irónica.
Tomo I. Capítulo XVI. El Casamiento (Concluye la historia de Diana de Meridor.)] p113
¿Preferís ser la querida del Duque de Anjou a ser la mujer del Conde de Monsoreau?
Tomo I [Capítulo XVII. Cómo Viajaba El Rey Enrique III Y Qué Tiempo Necesitaba Para Ir De París A Fontainebleau] p121,122,123&124
Esta máquina encerraba en su seno al Rey Enrique y a toda su Corte, excepto la Reina, Luisa de Vaudemont que, preciso es decirlo, no formaba parte de la Corte de su marido,
Estos, de tiempo en tiempo, introduciendo su puntiagudo hocico por entre el rosario de cabezas de muerto que se balanceaba al lado izquierdo del Rey, miraban como con aire de lástima a los dos galgos, los cuales, seguros del favor particular de que gozaban, ni aún se tomaban el trabajo de tener celos.
Maugiron, sentado en uno de los ángulos de la litera, bordaba sus armas, a las cuales pensaba agregar una nueva divisa que creía haber inventado, pero que ya era vieja;
El Rey debe cien millones
−Más de cien millones debo−interrumpió Enrique, −tu cancionero está mal informado, amigo mío.
Chicot, sin desconcentrarse, añadió:
Doscientos millones debe Enrique
−(...)¿Sabes leer, Nogaret?
−Lo declaro, por más vergüenza que me cause−dijo d'Epernon
Tomo I [Capítulo XX. Lo Que Siguió Viendo Chicot] p149
−Si yo me pierdo −pensaba, −pierdo también la causa de mi imbécil Soberano, a quién tengo la debilidad de amar,
Hablando así consigo mismo, esto es, con el interlocutor más interesado en no revelar una palabra de lo que decía,
Tomo I [Capítulo XXXIV. Vuelta de Chicot Al Louvre] p243,244
Todos dormían en el Louvre, pues no eran más que las once de la mañana.
−¿Sabes que te he hecho buscar en todos los lugares de mala fama que hay en París?
−¿Habéis registrado bien el Louvre?
Tomo II [Capítulo Primero. La Firma De La Liga] p5
−¿Con quién hablas, conmigo, con el fraile o con el asno?
−Con los tres.
−En ese caso, le voy a hacer ahorcar.
−¡Imposible!
−¿Por qué?
−Porque no tiene pescuezo.
Tomo II [Capítulo II. La Calle De La Ferronnerie] p8
−(...)¡Cuánto sentiría, amor mío, veros con esa enfermedad, si no fuese yo la causa!
−(...)es una desgracia a fe mía, que no podáis pasar sin tener siempre alguna flada cosida a vuestro jubón.
−(...)hacedme, pues, lugar, querida mía, si me permitís que ya no pueda estar de rodillas a vuestros pies me siente junto a vos.
−No solo lo permito, señor−respondió la joven, −sino que lo deseo ardientemente.
−No faltaría más que eso−exclamó d'Aubigné; −buen soldado, buen general, buen Rey, que se desmaya.
−(...)si alguna vez me desmayase a vuestro lado sería de felicidad.
−Por favor, d'Aubigné, no nombres a mi mujer, ¡sangre de Cristo! No sea que se cumpla el refrán; si la encontrásemos ahora...
−¿Aunque está en Navarra, no es cierto?−prosiguió d'Aubigné
−¿Pues no estoy yo también en Navarra?
Tomo II [II. Capítulo V. D'Epernen y Schomberg] p8
−¡Bah! ¡señor!−dijo Quelus,−¿no ha habido siempre conspiraciones en todos los reinos? ¿Qué diablos querías que hiciesen los hijos de los Reyes, los hermanos de los Reyes y los primos de los Reyes si no conspirasen?
−¡Bueno!−respuso Enrique, −este otro me compara con un perro.
−No señor, no−dijo Maugiron; −todo al contrario, ya veis que le doy la preferencia, porque Narciso sabe defenderse, y V.M. no sabe.
Tomo II [Capítulo VII. Chicot Visita A Bussy] p39
−¡Pst!−dijo Bussy, en alta voz; −será Schomberg.
−Ha dicho un hombre muy alto.
−Es cierto, o Monsoreau.
−Ha dicho que parece hombre de bien.
Tomo II [Capítulo XV. Los Amantes] p82&83
−(...)y sin dejar de suspirar, lo cual me causa un dolor terrible...
−Eso es por falta de costumbre−interrumpió Juana con una sonrisa.
−(...)Esto era lo más sencillo del mundo; pero de lo más sencillo es de lo que justamente se suelen olvidar los enamorados.
−(...)merezco recibirla para aprender a no mezclarme en conversaciones de locos.
−¿De locos? −repitió Diana.
−De locos o de enamorados−
Tomo II [Capítulo XXIII. Cómo El Rey Enrique III Supo La Fuga Del Duque De Anjou] p119&120
Más como nuestro título de historiador nos da el privilegio de saber mejor que el mismo Livarot lo que ha pasado, sustituiremos nuestra relación a la del joven, y lo que perderá en viveza ganará en extensión, pues sabemos lo que Livarot no podía saber, es decir, lo que aconteció en el Louvre.
−¡Ah! que mal has hecho en despertarme, Enrique; soñaba que tenías un hijo.
−Una de dos; o tu lebrel Narciso se ha puesto malo, o los hugonotes toman la revancha de San Bartolomé y hacen un degüello de católicos.
Tomo II [Capítulo XXIV. Continuación Del Anterior] p126&129
−Enriquito−dijo, −esa idea no es tuya.
−¿Por qué no?
−Porque es demasiado buena, hijo mío.
−Es decir que soy aún Reina de Francia.
Tomo II [Capítulo XXVIII. Las Pequeñas Causas Y Los Grandes Efectos] p154
−¡Ah! ¿quereis mi muerte? −dijo Catalina con voz lúgubre; −pues bien, moriré como debe morir una mujer que ve a sus dos hijos hacerse la guerra.
Huelga decir que Catalina no tenía el menor deseo de morirse.
−¡Oh! No digáis eso, señora, ¡me partís el corazón! −exclamó Francisco, con el corazón tan entero como siempre.
Tomo II [Capítulo XXXIII. Dos Antiguos Personajes] p178&179
La música tiene encantos,
más solo al oído alegra,
las flores tienen perfumes
pero el olor no alimenta;
el cielo agrada a la vista,
¿mas quién a tocarlo llega?
solo el vino, que sentirse,
beberse y tocarse pueda,
es preferible a las flores,
a música, cielo y tierra
Tomo II [Capítulo XXXV. El Embajador Del Señor Duque De Anjou] p190
Quelus, mudando a cada momento de color, apoyó las dos manos sobre la guarnición de la espada.
Schomberg se quitó los guantes y sacó hasta la mitad el puñal fuera de la vaina.
Maugirón cogió su espada de las manos de un paje, y se la puso colgada de la cintura.
D'Epernon se retorció el bigote hasta los ojos y se colocó detrás de sus compañeros.
−Perdonad, monsieur d'Epernon, os hallabais detrás de los demás, según vuestra costumbre, y como no he tenido el gusto de conoceros, no podía ser el primero en hablaros.
Para no conocer adonde querían ir a parar hubiera sido necesario ser ciego y estúpido.
Para fingir no conocerlo era necesario ser Bussy.
Tomo II [Capítulo XXXVII. Bussy y San Lucas] p202
−(...)el objeto de la amistad es que los hombres se hagan dichosos mutuamente; al menos así lo dice S.M. y S.M. es letrado.
−Haced la prueba, tomadle a la mujer y veréis.
−¿Es también esa lógica del padre Triquet?
−No, es mía.
−Os felicito.
−(...)¡Oh! Diana es sublime y puedo jurar que yo no habría hecho la cuarta parte de lo que ella está haciendo todos los días.
−Gracias−repuso San Lucas, con una profunda reverencia que hizo reír a Juana a carcajadas.
Tomo II [Capítulo XXXVIII. Precauciones de M. de Monsoreau] p208
−Conde, en este aposento hace un calor horrible: veo que la Condesa se está ahogando y voy a ofrecerla mi brazo para dar una vuelta por el jardín.
El marido y el amante dirigieron al Duque una mirada de cólera.
Tomo II [Capítulo XXXIX. Los Asechadores] p214
El Conde era como todos los celosos, que no creen que el resto de la humanidad puede pensar en otra cosa más que en atormentarles.
Tomo II [Capítulo XL. Continuación del Anterior] p221
−Sin duda, por que los Guisa están resueltos a todo, hasta a constituir estados, hasta a formar una república.
Tomo II [Capítulo XLI. Un Paseo Al Cercado De Tournelles] p229&230
−¡Fuera de aquí! ¡fuera de aquí!
El ujier, asombrado, manifestó a los jóvenes que el rey les echaba;
−No hagáis caso de mi, estoy durmiendo como un lirón.
Tomo II [Capítulo XLII. Chicot Se Despierta] p231
Cuando los favoritos vieron a Chicot dormir con tanta conciencia, dejaron de hacer caso de él. Por lo demás, todos estaban acostumbrados en palacio a considerar a Chicot como un mueble del cuarto del Rey.
−(...)Evidentemente, y nadie de nosotros intenta negarlo, que hemos comido en casa de M. de Bussy, y hasta debo decir en honor de su cocinero que hemos comido bien.
Tomo II [Capítulo L. Otra Vez El Padre Gorenflot] p273
−¿Le habrán dado muerte? −decía el Rey. −¡Pardiez! Me pagarán mi bufón por el precio de un caballero.
−V.M. tiene razón, señor, porque lo es y de los más valientes.
Tomo II [Capítulo LI. Chicot Adivina Por Que Tenía d'Epernon Ensangrentados Los Pies Y Pálidas Las Mejillas] p280
Chicot se rascó la oreja con más fuerza que antes, murmurando:
−¡Hum! ¡hum!
−No me respondes.
−Si tal: digo hum, hum, y esto significa muchas cosas.
−¿Tienen buena punta? −preguntó Chicot.
−Sin duda; pero su gran mérito, Chicot, es el de estar benditas.
−Si, ya lo se, más siempre es bueno que tengan buena punta.
6.04.2007
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